Esteban hacía milagros y grandes señales entre los judíos porque era lleno de buena voluntad y poder de Dios. Pero algunos judíos le opusieron. Empezaron a discutir con Esteban. Pero ninguno de ellos pudo vencerlo. Él hablaba con la sabiduría y el Espíritu de Dios.
Por eso, en secreto estos judíos los pagaron a algunos hombres para mentir. Dijeron, “Hemos oído a Esteban hablar contra Moisés y aún contra Dios.” De este modo, causaron un gran disturbio entre toda la gente. Entonces atacaron a Esteban y lo llevaron ante la Junta Suprema. Los líderes llamaron a los testigos falsos que dijeron: “Este hombre no deja de hablar contra este templo y contra la ley de Moisés. Le hemos oído decir que este Jesús destruirá el templo y que cambiará las costumbres que nos dejó Moisés.” Entonces todos allí miraron fijamente a Esteban. Vieron que su cara parecía la de un ángel. El sumo sacerdote le preguntó: “¿Es verdad lo que dicen contra ti?”
Esteban respondió: “Estimados ancianos y compañeros, escúchenme.” Y él empezó a repasar la historia de los Israelitas. Él les recordó de la vida de Moisés. Moisés había dicho que Dios levantaría a un profeta como él de entre la gente. Dios había dado la ley a Moisés que era palabras de vida para los Israelitas. “Pero nuestros antepasados no quisieron obedecerla. Más ellos hicieron un ídolo en forma de un becerro y ofrecieron sacrificios a esta imagen.” Además, Esteban los recordó del tabernáculo que fue hecho tal como Dios lo ordenó. David quería construir el templo para Dios, pero fue Salomón quien construyó el templo. De todos modos, el Dios Altísimo no vive en templos hechos por las manos de hombres. Como dijo el Señor a través del profeta: “El cielo es mi trono y la tierra es donde descansan mis pies. ¿Qué clase de casa podrían construirme? Yo hice todo lo que hay en el cielo y en la tierra.”
Esteban les dijo: “¡Ustedes son muy tercos! Siempre están peleando en contra del Espíritu Santo tal como sus antepasados. ¿A cuál de los profetas no maltrataron sus antepasados? Más ellos mataron a los que habían anunciado la venida del Prometido de Dios. Y ahora ustedes lo traicionaron y hasta mataron al Prometido. Ustedes recibieron la ley de Dios como un regalo. Pero todavía no la obedecen.” Las palabras de Esteban los ofendieron profundamente. Todos estaban muy enojados. Pero Esteban estaba lleno del Espíritu Santo. Él miró fijamente hacia el cielo. Y dijo: “¡Mira! Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre, Jesús a la derecha de Dios.”
En ese momento, ellos gritaron y taparon los oídos para que no se oiga más las palabras de Esteban. Lo arrastraron fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los testigos quitaron sus abrigos y los dejaron a los pies de un joven llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oró, diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu. Luego se cayó de rodillas y gritó: Señor, no les tomes en cuenta este pecado.” Y con esas palabras, murió.