El Rey de Babilonia hizo una estatua de oro muy grande de si mismo. Luego él invitó a los oficiales de su gobierno a una dedicación de esta estatua. Entonces se reunieron todos los oficiales en frente de la estatua. Y el vocero proclamó, “Gente de todas naciones e idiomas, escuchen lo que tienen que hacer. En el momento que oyen la música de muchos instrumentos, tírense al suelo y adoren esta estatua que su rey mandó hacer. Cualquier persona que no se incline delante de esta estatua, será tirada en un horno de fuego.”
Entonces cuando oyeron la música, inmediatamente todos se inclinaron delante de la estatua y la adoraron.
Pero un grupo de hombres llegaron al rey y dijeron, “¡Oh rey, viva para siempre! Usted ha ordenado que al oír la música todos se inclinen delante de esta estatua que usted ha hecho y que la adoren. Y has ordenado que cualquiera que no lo hace sea tirado en un horno de fuego. Pero hay unos judíos que usted ha puesto frente de su pueblo que no están obedeciendo este orden. Ellos no adoran a los dioses del rey, ni a esta estatua de oro.”
Entonces el rey se enojó mucho, y mandó traer a los tres jóvenes. Cuando ellos se presentaron, el rey les preguntó, “¿Es cierto que ustedes no adoran a mis dioses, ni se inclinan delante de la estatua? Ahora, ¿están dispuestos a inclinarse y adorar a la estatua cuando oyen la música? Porque si no lo hacen, serán tirados inmediatamente en un horno de fuego.”
Los jóvenes contestaron, “Oh rey, nosotros no tenemos que responderle ni defendernos. Porque si nos tira en el horno de fuego, el Dios que nosotros servimos nos puede salvar. Y aunque no nos salva del fuego, usted debe saber que todavía no adoraremos a sus dioses ni a este imagen de oro que usted ha hecho.”
Entonces el rey se enfureció, y ordenó que se calentara el horno hasta siete veces lo normal. También mandó a sus soldados más fuertes tirar a los tres jóvenes en el horno. Entonces estos jóvenes fueron atados y tirados en el horno de fuego con ropa y todo. Pero el fuego era tan caliente que los mismos soldados se murieron quemados cuando tiraron a los tres jóvenes en el horno. Al ver adentro del horno, el rey se asustó y preguntó a sus oficiales, “Echamos a tres hombres en el horno, ¿no es cierto?”
Y ellos contestaron, “Si, es cierto, oh rey.”
El rey les dijo, “¡Pero miren! Ahora hay cuatro hombres en medio del fuego y no están sufriendo ningún daño. Y el cuarto parece como un hijo de los dioses.”
Entonces el rey se acercó al horno, y llamó a los tres jóvenes, diciendo, “Sálganse del horno y vengan acá.”
Los jóvenes salieron del fuego. Y todos los oficiales llegaron para ver a los jóvenes y se dieron cuenta que no habían sufrido ningún daño.
Y el rey dijo, “Bendito sea el Dios de estos jóvenes que mandó a su ángel y los salvó del fuego. Ellos confiaron en él y desobedecieron el orden del rey. Entregaron sus mismos cuerpos en vez de adorar a otro dios y han adorado únicamente a su Dios. Por eso, ahora ordeno que cualquiera que hable en contra del nombre del Dios de estos jóvenes sea cortado en pedazos, y sus casas sean destruidas. Porque no hay ningún otro dios que puede salvar de esta manera.”
Entonces el rey dio aún más responsabilidad a estos tres jóvenes.