En aquél tiempo, el emperador romano ordenó un censo. Todos tenían que inscribirse en su pueblo de origen. Entonces José salió al pueblo de Belén para inscribirse. José llevó a María que estaba encinta. Mientras que estaban en Belén llegó su tiempo para dar a luz. Entonces el niño nació en un establo porque no había lugar para ellos en la posada. Y María lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre.
En el campo cerca de Belén había unos pastores cuidando sus ovejas. Y de pronto se les apareció un ángel de Dios, y la gloria de Dios brilló alrededor de ellos, y tuvieron miedo. Pero el Ángel les dijo, “No tengan miedo, porque les traigo buenas noticias que serán de gran gozo para todos. Hoy ha nacido en Belén el Salvador, que es el Prometido, el Señor. Lo pueden encontrar en un establo envuelto en pañales.”
Y de repente apareció una multitud de ángeles que alababa a Dios diciendo, “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Y en la tierra paz, buena voluntad para todas las personas!”
Entonces los pastores salieron de prisa, y encontraron a Maria y a José con el bebé que estaba acostado en un pesebre. Y al ver al bebé contaron lo que habían escuchado de los ángeles acerca de este niño. Y María guardó todas estas cosas en su corazón.