Los guardias azotaron a Jesús. Después, pusieron a Jesús un manto de color rojo oscuro y le hicieron una corona de espinas y la pusieron en su cabeza. La multitud gritó, “Viva el rey de los judíos.” Se burlaron de él vez tras vez. Le golpearon en la cabeza con un bastón y le escupieron. Se cayeron de rodillas ante Jesús, burlándose de él.
Después le quitaron el manto y volvieron a ponerle su propia ropa y lo llevaron afuera de la ciudad para crucificarlo. Lo llevaron junto con otros dos hombres al lugar llamado la calavera, un cerro donde hacían las crucifixiones. Los otros dos hombres eran criminales. Mientras que los soldados llevaron a Jesús y a estos dos, un grupo de personas los siguieron. Entre ellos había unas mujeres que eran seguidoras de Jesús. Estas lloraron al ver que estaban llevando a Jesús para crucificarlo. Los guardias jugaron suertes para ver quien se quedaba con la ropa de Jesús. Hasta se llevaron su túnica que estaba tejida en una sola pieza. La gente miraba mientras los líderes religiosos se burlaban de Jesús, diciendo, “El pudo salvar a otros; ¡que se salve a sí mismo si de veras es el Prometido de Dios!”
Otros se burlaron diciendo, “Él confía en Dios, deja que Dios lo salve si de veras es el Hijo de Dios.”
En la cruz, mientras que Jesús colgaba con clavos atravesando sus manos y sus pies, él oró diciendo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.”
Uno de los criminales que estaba crucificado a su lado empezó a maldecir a Jesús y a insultarlo. Decía, “¿No es usted el Prometido de Dios? ¡Sálvese! ¡Y a nosotros también!”
El segundo criminal reprendiendo al primero, dijo, “¿No tienes temor a Dios? No puedes ver que estamos en la misma situación. Nosotros estamos siendo castigados justamente pero este hombre no ha hecho nada malo.” Entonces este dijo a Jesús, “Jesús, cuando entres en tu reino, acuérdate de mí.”
Jesús contestó al hombre, “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.”
Crucificaron a Jesús a las nueve de la mañana. Como al mediodía el cielo se oscureció y estaba oscuro durante tres horas. La gente tuvo mucho temor cuando esto pasó. Mientras que Jesús estaba allí colgado todavía había quienes se burlaban de él. Estaba colgado en la oscuridad cuando la cortina del templo fue rota desde arriba hacia abajo y Jesús grito, “Padre, encomiendo mi espíritu en tus manos.”
Y cuando había dicho esto, respiró la última vez. Un soldado Romano, comandante de cien hombres, vio todo lo que había ocurrido. Cuando esto pasó alabó a Dios diciendo, “Seguramente éste era un hombre justo.”
Pilato se sorprendió al oír que Jesús ya estaba muerto, entonces mandó unos soldados para verificar que Jesús estaba muerto. Uno abrió el costado de Jesús con una lanza y salió sangre mezclada con agua en prueba que estaba muerto.