Después del día de Pentecostés la iglesia creció rápidamente. Había llegado a tener más que 8,000 creyentes. Hablaban diferentes idiomas y se cuidaban los unos de los otros, en especial a los más necesitados.
En aquel tiempo, el número de los creyentes crecía más y más. Los creyentes que hablaban un idioma empezaron a quejarse contra los que hablaban otro idioma. Decían que las viudas de su grupo no eran bien atendidas cuando se repartía la comida cada día.
Entonces los doce apóstoles reunieron a todos los creyentes. Les dijeron, “No está bien que nosotros dejemos de anunciar la palabra de Dios para servir las mesas. Así que, hermanos, escojan de entre ustedes siete hombres que podemos poner a cargo de estas responsabilidades. Tienen que ser hombres de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. Nosotros nos dedicaremos a la oración y a la enseñanza de la palabra de Dios.”
Todos los creyentes estuvieron de acuerdo con esta propuesta. Entonces escogieron a Esteban, un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo y a Felipe y a cinco hombres más. Luego los presentaron a los apóstoles y después de orar, pusieron sus manos sobre cada uno como una bendición.
La palabra de Dios se contaba en más y más lugares y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén. Incluso muchos sacerdotes judíos también creyeron.