Pablo se fue a la ciudad de Corinto en uno de sus jornadas misioneras. Allí muchos creyeron en Jesús y formaron una iglesia. Después de que él salió, algunos problemas surgieron en esa iglesia. Un problema fue que cuando se reunían, los creyentes no usaban sus dones en una manera decente y con orden. Pablo escribió una carta a los corintios para enseñarles más acerca de los dones espirituales. Esta es parte de esa carta.
Queridos hermanos, quiero que ustedes entiendan bien los dones espirituales. Ustedes saben que cuando todavía no habían creído en Jesús, se habían desviado para adorar ídolos mudos. Por eso quiero que ustedes entiendan que si uno es guiado por el Espíritu Santo no puede decir, “Maldito sea Jesús.” Tampoco nadie puede decir, “Jesús es el Señor” si no está guiado por el Espíritu Santo.
Hay diferentes dones espirituales, pero todos son dados por el mismo Espíritu Santo. Hay diferentes maneras de servir, pero todos sirven al mismo Señor. Dios trabaja en nuestras vidas en diferentes maneras, pero es el mismo Dios quién obra en todas personas. El Espíritu de Dios da a cada uno de nosotros dones espirituales para el bien de todos. El mismo Espíritu Santo hace todo esto, dando a cada persona los dones como él quiere.
El cuerpo humano es un solo cuerpo, aunque tiene muchas partes. Así es el cuerpo de Cristo. Algunos de nosotros somos judíos y otros gentiles. Algunos son esclavos y otros son libres. Pero todos hemos sido unidos en un cuerpo por el bautismo del Espíritu Santo y hemos recibido el mismo Espíritu. El cuerpo no está formado por un solo miembro, sino por muchos. Si el pie dijera, “Como no soy mano, no soy del cuerpo,” no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. Y si la oreja dijera, “Como no soy ojo, no soy del cuerpo,” no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. Porque si todo el cuerpo fuera ojo, no podríamos oír. Y si todo el cuerpo fuera oído, no podríamos oler. Pero Dios ha puesto cada miembro del cuerpo donde él quiso ponerlo. Y si todos fueran un solo miembro, no sería un cuerpo. Entonces hay muchos miembros pero solo un cuerpo.
El ojo no puede decir a la mano, “No te necesito.” Tampoco puede la cabeza decir a los pies, “No los necesito.” Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son las partes más necesarias. Los miembros del cuerpo que nos parecen menos dignos, tratamos con mayor respeto. Y los que son menos presentables, son los que vestimos con mayor cuidado. En cambio, otros miembros más presentables no tienen esa necesidad. Así Dios ha arreglado el cuerpo. Dio mayor honor a los miembros menos estimados para que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por los otros. Si un miembro del cuerpo sufre, también los demás sufren. Si un miembro del cuerpo recibe honor, los demás se alegran con él. Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de ese cuerpo.
En la iglesia Dios ha establecido: primero, apóstoles; segundo, profetas; tercero, maestros. Luego hay algunos que hacen milagros, otros que sanan enfermos, los que ayudan a otros, personas que dirigen, y algunos que hablan en lenguas. No todos son apóstoles, ¿verdad? No todos son profetas, ni maestros, ¿verdad? No todos hacen milagros, ni pueden curar enfermos, ¿verdad? No todos pueden hablar en lenguas, ni pueden interpretar las lenguas, ¿verdad? Ustedes quieren los mejores dones, pero les voy a mostrar un camino mucho mejor.