Contaré

"Contaré todas tus maravillas."

-Salmo 9:1

Los Juicios Y La Crucifixión De Jesús

Mateo 26-27; Juan 19

Los soldados que habían sido mandados por los líderes religiosos al huerto de Getsemaní trajeron a Jesús al sumo sacerdote y a los otros líderes religiosos. Allí lo acusaron de muchas cosas. Las acusaciones eran falsas y no estaban de acuerdo. Entonces Jesús no contestó a ninguno. Al fin el sumo sacerdote le preguntó, “¿Eres tú el Cristo, el Prometido, el Rey de los judíos?”

Yo soy,” dijo Jesús, “y verás al Hijo del Hombre sentado a la mano derecha del Poderoso Dios.”

Cuando había escuchado esto el sumo sacerdote rompió su vestido en frustración, “No necesitamos de mas testigos”, dijo. “Hemos oído esto de su propia boca.”

Entonces todos lo condenaron. Empezaron a escupirle. Vendaron sus ojos. Le pegaron con sus puños y le gritaron: “¡Profetiza!” Los guardias llevaron a Jesús y lo golpearon.

Trajeron a Jesús a Pilato, el gobernante Romano de esa región. Cuando se presentaron ante Pilato dijeron. “Le hemos traído a uno que dice ser el Rey de los Judíos.” Acusaron a Jesús de ser el líder de una rebelión en contra del gobierno Romano.

¿Eres el Rey de los Judíos?” le preguntó Pilato.

Si, es cómo usted dice,” contestó Jesús.

Entonces los líderes judíos hicieron las mismas acusaciones que habían hecho antes. Hicieron acusaciones falsas y acusaron a Jesús de estar en contra del gobierno Romano.

Pero Jesús no contestó todas estas acusaciones y por eso se maravilló Pilato. En esos días era costumbre soltar a un prisionero judío en el tiempo de la pascua judía. Uno de los que estaba preso se llamaba Barrabás. Él había formado parte de una rebelión en contra de Roma en la cual él había asesinado a otra persona. La multitud vino y pidió a Pilato hacer lo que hacía por costumbre. “¿Entonces ustedes quieren que ponga en libertad a su rey?” Esto dijo porque sabía que el sumo sacerdote le había entregado a Jesús por envidia. Pero el sumo sacerdote motivó a la multitud pedir la libertad de Barrabas en vez de Jesús.

¿Y qué debo de hacer con este Jesús que llaman el Cristo?” Dijo Pilato.

¡Crucifícalo!” Gritó la multitud.

Pilato preguntó “¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho este hombre?”

La multitud gritó aún mas fuerte, “¡Crucifícalo!” Entonces Pilato pidió agua. Se lavó las manos y dijo, “Soy inocente de la sangre de este hombre inocente.”

La multitud contestó, “Su sangre está sobre nosotros y nuestros hijos.” Pilato quería satisfacer a la multitud y por eso puso a libertad a Barrabas. Mandó golpear a Jesús y le entregó a los soldados para ser crucificado. Los soldados lo llevaron al lugar donde estaba la guardia esperando.

Los guardias pusieron a Jesús un manto de color rojo oscuro y le hicieron una corona de espinas y la pusieron en su cabeza. La multitud gritó, “Viva el rey de los judíos.” Se burlaron de él vez tras vez. Le golpearon en la cabeza con un bastón y le escupieron. Se cayeron de rodillas ante Jesús, burlándose de el.

Después le quitaron el manto y volvieron a ponerle su propia ropa y lo llevaron afuera de la ciudad para crucificarlo. Lo llevaron junto con otros dos hombres al lugar llamado la calavera, un cerro donde hacían las crucifixiones. Los otros dos hombres eran criminales. Mientras que los soldados llevaron a Jesús y a estos dos, un grupo de personas los siguieron. Entre ellos habían unas mujeres que eran seguidoras de Jesús. Estas lloraron al ver que estaban llevando a Jesús para crucificarlo. Los guardias jugaron suertes para ver quien se quedaba con la ropa de Jesús. Hasta se llevaron su túnica que estaba tejida en una sola pieza. El pueblo miraba mientras los líderes religiosos se burlaban de Jesús, diciendo, “El pudo salvar a otros; ¡que se salve a sí mismo si de veras es el Prometido de Dios.” Otros se burlaron diciendo, “Él confía en Dios, deja que Dios lo salve si de veras es el Hijo de Dios.”

En la cruz, mientras que Jesús se colgaba con clavos atravesando sus manos y sus pies, él oró diciendo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.”

Uno de los criminales que estaba crucificado a su lado empezó a maldecir a Jesús y a insultarlo. Decía, “¿No es usted el Prometido de Dios? ¡Sálvese! ¡Y a nosotros también!”

El segundo criminal reprendió al primer. Dijo, “¿No tienes temor a Dios? No puedes ver que estamos en la misma situación. Nosotros estamos siendo castigados justamente pero este hombre no ha hecho nada malo.” Entonces este dijo a Jesús, “Jesús, cuando entres en tu reino, acuérdate de mí.”

Jesús contestó al hombre, “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Crucificaron a Jesús a las nueve de la mañana. Como al mediodía el cielo se oscureció y estaba oscuro durante tres horas. La gente tuvo mucho temor cuando esto pasó. Mientras que Jesús estaba allí colgado todavía había quienes se burlaban de él. Estaba colgado en la oscuridad cuando la cortina del templo fue rota desde arriba hacia abajo y Jesús grito, “Padre, encomiendo mi espíritu en tus manos.”

Y cuando había dicho esto, respiró la última vez. Un soldado Romano, comandante de cien hombres, vio todo lo que había ocurrido. Cuando esto pasó alabó a Dios diciendo, “Seguramente éste era un hombre justo.”

Pilato se sorprendió al oír que Jesús ya estaba muerto, entonces mandó unos soldados para verificar que Jesús estaba muerto. Uno abrió el costado de Jesús con una lanza y salió sangre mezclada con agua en prueba que estaba muerto.