En la ciudad de Cesarea vivía un hombre llamado Cornelio. Era capitán en el ejército romano. Era un hombre que temía a Dios. Cornelio, junto con su familia, amaba y adoraba a Dios. Además, él ayudaba mucho a los pobres y siempre oraba a Dios.
Un día en la tarde, Cornelio tuvo una visión de un ángel. “Cornelio,” dijo el ángel.
Cornelio lo miró fijamente con mucho miedo y le pregunto: “¿Qué quieres, Señor?”
El ángel respondió: “Dios ha escuchado tus oraciones y sabe lo que hace para los pobres. Ahora, manda a traer a un hombre llamado Simón Pedro que está en la ciudad de Jope. Él esta en la casa de un curtidor de cuero que vive junto al mar.” Cuando se fue el ángel, Cornelio llamó a dos de sus sirvientes y a un soldado de confianza que también amaba a Dios. Él les contó todo y los envió a Jope.
Al día siguiente, antes de la llegada de los mensajeros, Pedro subió a la terraza de la casa para orar. Era como el mediodía y por eso tenía hambre. Pero mientras esperaba su comida, Pedro tuvo una visión. Él vio que el cielo se abría y que algo como una gran sábana bajaba a la tierra colgada por sus cuatro puntas. En la sábana había toda clase de animales, reptiles y aves.
Una voz dijo: “Pedro, levántate, mata y come.”
Pero Pedro respondió: “De ninguna manera, Señor. Yo jamás he comido nada impuro, nada que está prohibido por nuestras leyes.”
La voz le habló de nuevo: “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames impuro.” Esto sucedió tres veces. Luego la sábana fue retirada al cielo.
Pedro estaba muy confundido pensando en qué significaba la visión. En ese momento, los hombres de Cornelio llegaron a la puerta. El Espíritu Santo le dijo: “Tres mensajeros te buscan. Vete con ellos con toda confianza. No te preocupes porque yo los he enviado.”
Entonces Pedro bajó y los saludó. Él les preguntó: “¿Por qué han venido?”
Ellos contestaron: “Venimos de parte del capitán Cornelio. Él adora a Dios y la gente lo estima. Un ángel le dijo que le mandara a traer.”
Entonces Pedro los invitó pasar la noche. Al día siguiente, Pedro y otros creyentes se fueron con ellos para ver a Cornelio.
Al otro día llegaron a Cesarea. Cornelio estaba esperándolos. Había reunido a todos sus parientes y amigos para oír lo que Pedro iba a decir. Cuando Pedro llegó a la casa, Cornelio salió y se arrodilló delante de él para adorarlo. Pero Pedro lo levantó y le dijo: “¡Ponte de pie! Pues yo también soy hombre como tú.” Entonces entraron donde esperaba toda la gente. Pedro les dijo: “Ustedes saben que nuestras leyes no nos permiten entrar en las casas de los gentiles. Pero Dios me ha enseñado que no debo llamar impuro a nadie. Por eso vine. Ahora, díganme porque me han llamado.”
Cornelio respondió: “Hace cuatro días yo estaba orando como a esta misma hora. Y vi una visión de un ángel. Él me dijo que Dios había oído mis oraciones. También él me dijo que le llamara y me dijo como encontrarlo. Así que lo hice, y gracias por venir. Ahora estamos todos aquí esperando para oír el mensaje que el Señor te ha mandado decirnos.”
Pedro comenzó: “Ahora entiendo que de veras para Dios todos somos iguales. Cualquier persona en cada nación quien ama a Dios y sigue sus caminos puede venir a Él. Dios dio un mensaje a los Israelitas. El mensaje de paz con Dios por medio de Jesucristo quien es Señor de todo. Y ustedes ya saben lo que ha pasado en toda la región después de que Juan comenzó a predicar acerca del bautismo. Sin duda saben que Dios le dio a Jesús el poder del Espíritu Santo. Él andaba haciendo lo bueno y sanando a todos los que sufrían bajo el poder del diablo. Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo Jesús. Después lo mataron, colgándolo en una cruz.
Pero Dios lo resucitó al tercer día. Dios le permitió aparecer a algunos de nosotros que él había escogido. Nosotros comimos y bebimos con él después de que resucitó. Jesús nos mandó predicar y testificar que Dios ha puesto a Jesús como juez de todos-los vivos y los muertos. Todos los profetas testificaron acerca de Jesús. Decían que todo aquel que cree en Él recibe el perdón de sus pecados.”
Mientras que Pedro hablaba, el Espíritu Santo vino sobre todos los que escuchaban el mensaje. Y los creyentes que habían venido con Pedro estaban asombrados al ver que el Espíritu Santo había sido dado también a los que no eran judíos. Pues los oían hablar en lenguas extrañas y alabar a Dios.
Entonces Pedro dijo a sus compañeros:-“Yo creo que nadie puede prohibir que estas personas sean bautizados. Ellos han recibido el Espíritu Santo igual a nosotros.” Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Después, Pedro se quedó con ellos algunos días más.