Contaré

"Contaré todas tus maravillas."

-Salmo 9:1

Pedro y Juan en la Cárcel

Hechos 4:1-31

Pedro y Juan todavía estaban hablando cuando llegaron los líderes religiosos con el jefe de la guardia.  Estaban muy enojados porque Pedro y Juan estaban enseñando a la gente que Jesús había comprobado la resurrección.  Entonces los líderes religiosos los metieron en la cárcel hasta el día siguiente.  Sin embargo muchos creyeron.  Eran como cinco mil hombres.

Al día siguiente se reunieron los líderes religiosos con Pedro y Juan.  Les preguntaron: “¿Con qué poder pueden sanar a un hombre cojo?  ¿En nombre de quién han hecho ustedes esto?”

Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les contestó: “Si nos juzgan por haber sanado a un hombre cojo pues bien, declaramos ante todos ustedes que este hombre parado aquí, fue sanado en el nombre de Jesucristo a quien ustedes crucificaron y Dios resucitó.  Este Jesús es la piedra que ustedes, los constructores, rechazaron.  Pero Jesús llegó a ser la piedra principal que sostiene todo el edificio.  En ningún otro hay salvación.  No hay otro nombre por lo cual podamos ser salvos.” 

Todos allí se dieron cuenta que Pedro y Juan eran hombres sencillos y sin educación.  Por eso se sorprendieron de oírlos hablar con tanta confianza.  Entonces entendieron que los dos habían sido compañeros de Jesús.  Y nadie podía negar lo que decían porque el hombre sanado estaba de pie junto a ellos.

Entonces los líderes se pusieron a discutir entre ellos.  “¿Qué vamos a hacer con estos hombres?  No podemos negar que han hecho este milagro.  Y todos ya lo saben.”  Así que los ordenaron que dejen de hablar en el nombre de Jesús.   

Pero Pedro y Juan respondieron: “Ustedes mismos sean los jueces.  ¿Debemos obedecer a Dios o a ustedes?  ¡No podemos dejar de hablar de todo lo que hemos visto y oído!”  Ya que toda la gente alababa a Dios y no podían encontrar razón para castigarlos, ellos los amenazaron de nuevo y los dejaron libres. 

En seguida Pedro y Juan se fueron a reunirse con los otros seguidores de Jesús.  Les contaron todo lo que había pasado.  Todos alabaron a Dios juntos.  Y oraron, diciendo,   “Ayúdanos a contar tu mensaje sin miedo a pesar de las amenazas contra nosotros.  Muestra tu poder sanando a la gente y haciendo señales en el nombre de tu santo siervo Jesús.”   

Cuando terminaron de orar,  el lugar donde estaban reunidos tembló.  Y todos fueron llenos del Espíritu Santo.  A partir de ese momento, todos hablaban acerca de Jesús con valor.